En pleno siglo XXI todavía hay mujeres que se siguen enfrentando al mismo reto que hace siglos: adentrarse en una esfera en la que su presencia es minoritaria, o en la que, a ojos de algunos, no son bienvenidas. Por ejemplo, ponerse al volante de un taxi. Aunque ahora la situación empieza a cambiar en todo el mundo, y cada vez son más las mujeres que deciden ser taxistas, aún sigue sorprendiendo. 

“Pero es que nosotras podemos realizar cualquier trabajo que nos propongamos”, afirma Jéssica García López, quien a sus a 26 años de edad, es la única mujer del servicio de taxis del Bajo Andarax. Orgullosa y sonriente explica que:

“Muchas mujeres cuando se suben a mi taxi me dan la enhorabuena. Se sorprenden de ver a una mujer al volante y les gusta. Y, también, hay algunos hombres que celebran que una mujer esté al volante de un taxi y me lo dicen. Es verdad que, aún hay alguno algo más machista que no le gusta, pero bueno”.

Mujer y joven, son muchos los compañeros que la arropan, aconsejan y ayudan cuando lo necesita. “Tengo mucha suerte, la verdad. Me siento muy cuidada y respaldada. Me hacen sentirme muy segura y todos mis compañeros me ayudan mucho, sobre todo cuando empecé”, sostiene.

Jéssica, pertenece a una saga familiar al servicio del taxi. Su padre, Cayetano, es taxista desde hace décadas. Lo fue en Barcelona donde vivió hasta que Jéssica tenía 5 años y se trasladaron hasta el barrio huercalense de Villa Inés. Aunque él es taxista en Almería capital, que es donde pudo adquirir la licencia y “donde más trabajo hay”, explica la joven.

Además, su hermana Lorena, se puso al volante de un taxi en Huércal hace casi una década. “Cuando yo compré mi licencia. Ella era quien llevaba el taxi, pero unos años después consiguió otro puesto de trabajo que le permitía una mejor conciliación de la vida laboral y familiar”, afirma.  Además, el marido de Lorena también es taxista en Almería capital.

“Yo no trabajo las noches, y aunque tenemos un cuadrante y por las noches siempre debe haber dos taxis y los fines de semana tres para dar servicio a los vecinos del Bajo Andarax, un compañero hace mi turno de noche cuando me toca a mí”, afirma. No lo hace por miedo, no es precisamente ese un adjetivo que se le pueda atribuir, más bien lo contrario. Jéssica asegura que es “valiente”.

Aunque es cierto que el conductor de un taxi puede negarse a dirigirse a un destino cuando existan fundadas sospechas de que se les demande para fines ilícitos, cuando concurran circunstancias que supongan riesgo o daño, cuando cualquiera de las personas usuarias se encuentre en estado de embriaguez o haya tomado alguna sustancia estupefaciente, Jéssica no rechaza ningún servicio, independientemente del punto al que tenga que dirigirse. “No me da miedo dirigirme a ningún punto de Almería, independientemente del barrio que sea o si es una zona con más riesgo”, afirma.

Caraduras existen en todos los rincones y entre los clientes de un taxi también se dan. Ella ha tenido la suerte, en estos seis años que lleva al volante de su taxi, de no enfrentarse hasta la fecha a un cliente que “al llegar a destino te diga que no lleva dinero, o que se baje sin más y eche a correr mientras tú no puedes hacer nada, o que te amenacen con una navaja y tengas que darle lo que llevas. Yo no lo he vivido, pero compañeros míos sí”, relata.

Para ser taxista hace falta valentía, fuerza, tenacidad y paciencia. “Ahora todo ha mejorado mucho y hay más demanda, pero antes podíamos estar hasta dos horas en la parada esperando un servicio”, afirma. Jéssica es una mujer de ideas claras, se ve hasta el final de su etapa laboral al frente del volante de un taxi. “Me gusta mucho mi trabajo, me gusta conducir y, sobre todo, me gusta ser mi propia jefa. Nadie me manda. Son muchas horas, es cierto, pero merece la pena”, apostilla.

Cada día inicia su jornada a las ocho de la mañana y permanece en su taxi hasta las dos y media de la tarde, cuando para para comer y reponer fuerzas. A las cuatro de la tarde ya está de nuevo en alguna de las cuatro paradas de taxi existentes en el municipio a la espera de servicios a realizar hasta las ocho de la tarde.

Son solo 18 las licencias existentes para dar servicio de taxi a toda la Mancomunidad del Bajo Andarax, y por el momento no hay visos de que aumente. La de Jéssica es la número 8. “Estando en Huércal coges los servicios de todo el Bajo Andarax, si en las paradas de los demás municipios que conforman la comunidad no hay ningún taxi”, afirma. Y añade además que la construcción del Parque Comercial CEMAR “nos ha ayudado mucho. Hace que tengamos más servicios”.

Realizar menos de 10 servicios en una jornada “se considera un mal día, pero solemos hacer más de diez. El setenta por ciento de los servicios son de Huércal a Almería”, afirma. Pero una vez llegados a destino “no podemos regresar a la parada de Huércal con ningún cliente. A mí no me gusta, pero es que los ayuntamientos no se ponen de acuerdo y no crean un área metropolitana”, asegura, añadiendo además que, “también para los taxis de Almería capital es perjudicial, si llegan a Benahadux, por ejemplo, regresar de vacío teniendo en cuenta que son muchos kilómetros… Y para el cliente, porque tardamos más en brindar el servicio si estamos en Almería, por ejemplo, en fin de semana que solo hay tres taxis de guardia, el tiempo de espera para el cliente suele ser mayor”, explica.

Un taxista debe ponerse delante del volante de su taxi durante muchas horas, pues se enfrenta a muchos gastos mensuales, máxime si su licencia aún no está pagada. “Lo habitual es que pase de padres a hijos, o como en mi caso, alguien que quiera dejarlo y puedas comprarla. A mí me costó en torno a 56.000 euros adquirir la mía. Ahora han bajado, están en torno a los 40.000 euros, pero eso aquí, en Almería más de 60.000 euros”, sostiene.

Mucho ha llovido desde que se escuchara la emisora en todos los taxis cuando un cliente demandaba un servicio:

“Ahora llevamos una aplicación en el móvil a través de la cual nos entra el servicio”, explica.

En cuanto al pago, todo ha cambiado mucho también. Tarjeta bancaria, pagos a través de Bizum. “No ponemos límites, aunque sea una carrera mínima de 4 euros. Un cliente no va quedarse sin poder coger un taxi por no tener efectivo. Además, también es mejor para nosotros porque así llevamos menos caja y es menos riesgo”, apostilla.

Como a muchos sectores, la pandemia por COVID19 también afectó a los taxistas. “Fue un tiempo duro. La gente confinada, no salía, no había casi servicios que realizar. La gente no cogía taxis”, asegura. Recibieron ayuda económica, dentro del paquete aprobado para autónomos de los sectores más afectados por el COVID-19.

“No era una gran cantidad, pero nos vino muy bien. Nos ayudó recibirla varios meses”, matiza.

Aunque aún siguen siendo una minoría, cada vez son más las mujeres que siguen el ejemplo de la leonesa Piedad Álvarez Rubio, quien en 1932 se sacó su licencia de taxi convirtiéndose en la primera mujer taxista de España, siendo un icono en tiempos de la República. Jéssica no es la primera mujer taxista de Huércal, antes estuvo su hermana, “y años atrás hubo otras mujeres taxistas en el municipio”, afirma, pero, por ahora, es la única.

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