A quienes les guste el tapeo, si visitan Huércal de Almería tienen una parada obligatoria en Wakame, en la céntrica calle huercalense Profesor Tierno Galván, y no para degustar la tradicional alga comestible que en Japón es utilizada para elaborar sopa de miso sino para sentirse en casa y encontrar una cocina familiar de calidad, en cantidad y a muy buen precio.

Al frente, un matrimonio valiente y cuyo amor queda patente no solo entre ellos sino tanto en el cuidado del local como en los productos que ofrecen y, aún, mejor servicio. Se trata de Yolanda Cazorla (45 años) y José Rodríguez, Pepe como le conocen todos (51 años). Ambos son naturales de Almería aunque residen en Huércal desde hace más de una década.

La suya es una historia casi de heroicidad. Poco después de estallar la pandemia por COVID-19, en pleno Estado de Alarma, deciden abrir su negocio. Lo que podría parecer a ojos de muchos una locura es solo la muestra de que hay personas que no entienden de razones y se dejan guiar por el corazón, la ilusión y el empeño. Pepe es un hombre muy conocido en el sector de la hostelería almeriense. Ha estado al frente durante 17 años de una hamburguesería familiar en Almería capital, por distintos motivos personales tuvo que dejar el negocio.

“Durante cuatro años trabajé como Comercial de una empresa de congelados, pero eso no era lo mío, a mí me gusta la hostelería, es lo que he hecho siempre”, explica Pepe bajo la atenta mirada de Yolanda. Ambos son un equipo además de pareja. Son cómplices, amigos y amantes. Ha pasado algo más de un lustro desde que sus corazones se unieran y hace un año, el 11 de septiembre, deciden dar un paso más y contraen matrimonio. “Cada día la quiero más. No sé, es mi alma gemela. La mujer de mi vida”, confiesa el enamorado Pepe.

Ella trabaja en una cooperativa de frutas y hortalizas y todo el tiempo que tiene libre lo dedica al negocio familiar. Lejos de sentir miedo al abrir en pandemia sentía el deseo de hacer feliz a su marido. “Él no era feliz como comercial y le animé a abrir Wakame. Mi hijo, Juan Miguel, de 21 años, estaba parado en ese momento y pensé que sería una oportunidad para todos”, matiza Yolanda.

Y así fue como apenas una semana antes de Semana Santa, a principios de abril de 2020 Wakame abría sus puertas para deleite de todos sus clientes. El servicio, la comida y la decoración del lugar lo convierten en un reclamo. Lleno absoluto cada día. Todo parecía ir sobre ruedas, pero apenas un mes después de abrir sus puertas se ven obligados a bajar la persiana. El coronavirus. “Llevábamos un mes abiertos cuando me contagié y estuve ocho días en la UCI. Cuando todo parecía ir bien, según lo previsto, retrocedes”, recuerda Pepe.

Pero lejos de mascarse la tragedia, cual Ave Fénix, Wakame resurgió. Semanas más tarde, abren de nuevo sus puertas. La acogida fue excepcional. Su clientela simplemente esperaba a que abrieran para poder seguir disfrutando en familia del local. Y es que como ellos mismo matizan: «este es un bar pensado para toda la familia; tenemos clientes de todas las edades y familias que vienen a compartir su tiempo juntos aquí. Eso es lo que nos gusta. Queremos que lo sientan su casa».

“este es un bar pensado para toda la familia. Tenemos clientes de todas las edades, y familias que vienen a compartir su tiempo juntos aquí. Eso es lo que nos gusta. Queremos que lo sientan su casa”.

Pepe es el hombre de los mil oficios. Administrador, camarero, cocinero, compras… Todo lo que el negocio necesita lo hace él, siempre con la ayuda de su mujer. “Como yo siempre digo, si quieres que un negocio funcione tienes que entregarte a él cien por cien. Nosotros somos empresarios trabajadores”.

Aunque Wakame abre sus puertas a las 13:00 horas cada día, a excepción de los lunes que es el día de descanso del personal, Yolanda y Pepe salen de casa antes de las nueve de la mañana para poder realizar las gestiones previas a la apertura, incluida la cocina. Él tiene una gran mano entre fogones y famosa es su carne con tomate.

Querían un nombre original y pegadizo y un local acogedor y lo han conseguido. Ahora han ido un paso más allá y de cara al invierno abren la segunda planta del local. Un espacio en el que no se podrá tapear, pero sí tomar una copa o merendar.

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