Vocación, paciencia, ilusión, coraje y conocimiento forman parte del ADN de cualquier adiestrador canino profesional. Que el perro y su dueño sean más felices compartiendo una relación saludable es el objetivo con el que desarrollan su actividad. Y lo hacen sin trucos, siguiendo un proceso que debe ser gradual transparente entre educador y propietario. Los cambios y mejoras se logran paso a paso.

Para conocer un poco más a fondo el arte de adiestrar a un animal hemos hablado con Luna Peña, adiestradora canina, especialista en modificaciones de conducta y obediencia. Aunque ella es natural de Almería, se cuentan por decenas las familias de Huércal de Almería a las que la joven de 32 años ha ayudado a convivir con sus mascotas utilizando las técnicas más adecuadas según el perro y la ocasión, gracias a su plena vocación hacia el sector de los animales, tanto la etología como el entreno y sus modificaciones de conducta en todos los ámbitos.

 “Yo no adiestro perros, educo a sus dueños. Es decir, les enseño a crear un vínculo basado en la confianza y complicidad proporcionándoles las herramientas para que puedan desarrollar un lenguaje no verbal con su mascota o cualquier animal. En definitiva, enseño a las personas a ser mejores”, subraya.

Y es que no es lo mismo adiestrar que educar. “Adiestrar es coger a un animal y explicarle una serie de comportamientos necesarios a nivel médico o de programa educativo o educación y enseñarle a seguir esas pautas de comportamiento, en cambio, educar es dar a los dueños las herramientas para que tengan una comunicación fluida con su mascota en beneficio de ambas partes y no haya refuerzos negativos. Es decir, mejorar la calidad de vida tanto de las mascotas como de los dueños”, sostiene.

Las mascotas son seres vivos y no máquinas que se puedan ajustar. Para modificar conductas es imprescindible seguir los consejos de los especialistas, ya que es un trabajo que debe realizarse de forma conjunta. Profesionales y familia deben funcionar como un equipo y habitualmente el tratamiento incluye unas pautas dadas por el profesional que hay que realizar a diario.

“Todos los comportamientos que entrenamos son repetitivos porque son conductas que se repiten a diario y buscamos llevar un equilibrio y estabilidad. Un perro busca un Alfa, quien le alimenta, le advierta de un peligro, le de agua… El trabajo no acaba conmigo. Lo que varía es el tipo de refuerzo. Se inicia con refuerzos primarios, comida, pero después varía y ya que se conforma con una caricia”, explica.

En cuanto al tiempo necesario para el adiestramiento, “cada animal es un mundo. Ha pasado por distintas circunstancias, tiene una vida y cada cliente tiene una perspectiva personal, por ello, el hecho de decir para una obediencia, extinción de conducta o corrección, las sesiones necesarias dependen del animal y los dueños”, añade.

“Nosotros siempre buscamos el bienestar animal. Su salud mental y física.  No creemos en castigos. Creemos en el refuerzo positivo, es decir, ignorar cuando hay un mal comportamiento y reforzar cuando lo hace según lo esperado. No se trata de castigar o dañar sino de reforzar positivamente”, subraya.

Además, así como los niños no juegan para aprender, pero de manera más o menos consciente, aprenden jugando, ocurre con los animales. Jugar con el perro es una parte muy importante dentro de la enseñanza canina, crea vínculos emocionales muy arraigados. A través del juego el perro confía mucho más en su dueño. Practicar los ejercicios y técnicas de forma amena hace que ambos pasen un buen rato juntos y aprendan de forma mucho más rápida.

Con el paso de los años, la influencia positiva de las mascotas en la salud y bienestar de los seres humanos es bien reconocida y comprende los aspectos sicológicos, fisiológicos, terapéuticos y sicosociales.

“El ser humano ha visto su capacidad, lealtad y, pienso que, por admiración a este punto y su «moldeabilidad» para realizar muchos tipos de trabajo ha provocado que el hombre tenga más ganas de investigar”, explica.

Su función como facilitadores en la terapia asistida motivacional y física de numerosas enfermedades, ha permitido que los efectos benéficos de la tenencia de animales sean empleados en el ámbito terapéutico. Adicionalmente, la compañía de mascotas se ha reconocido como un factor protector contra enfermedades cardiovasculares y reductor del estrés de sus propietarios: son un soporte sicológico, reducen la sensación de soledad y permiten la interacción de sus propietarios con el medio social que los circunda.

“A diferencia del ser humano, un perro jamás te traicionará. Son leales hasta el final de sus días y su amor es incondicional”, concluye.

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